viernes, 11 de diciembre de 2015

Manuscrito de sangre y dolor

Me presento ante ustedes como
el último vástago de esta tierra maldita.
Traduzco la cacofonía silenciosa
de este desolado sitio, al cuál llamo mi hogar,
en el colérico verso que ante vuestros ojos
tienen la desdicha de leer.
Soy la sonrisa fatua en la oscuridad,
la muda pena que camina, cautelosa,
bajo las miradas sin brillo de las almas nocturnas.
Camino sobre el lienzo negro
a la luz de la refulgente luna.
Hago de la sangre un manjar,
y bebo de ella hasta saciar
todo sentimiento incrustado en mi ser.
Soy la belleza de la tumba,
el fiel y vil sepulcro de las ánimas vacías.
Y he aprendido, luego de los más lúgubres años,
que la muerte no es más que un fragmento de mi esencia,
la única pieza en este rompecabezas que jamás es extraviada.
Vestigios cubiertos de púas carcomen mi putrefacta cabeza,
desgarrando la pálida piel muerta,
masticando la rancia carne y rasgando el rígido hueso del cráneo.
Soy la férrea lápida que sostiene vuestro vago epitafio.
Soy el tiempo, efímero y errante,
que vaga entre los vivos y los muertos
y desahucia los sueños más profundos y puros.
Soy el vívido recuerdo de una pesadilla interminable,
el trágico poema cuyos versos acarrean desgracia.
Soy la bestia del dolor y el sufrimiento.
¡Escuchad mi reclamo!
Sentado aquí, junto al fuego abismal,
dándole vida a estos párrafos con una pluma negra de cuervo,
os llamo a mis brazos para corresponder al destino de los sin nombre.
Os llamo a mi mundo, vacuas almas corrompidas
por la estridente voz de la nostalgia.

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