viernes, 11 de diciembre de 2015

Estrella fugaz

Una última estrella fugaz
cruza el cielo esta noche,
montada en la grisácea nube
que aprisiona los sueños
perdidos en el lúgubre trayecto
de una vida pasada.
Su extinta luz
busca refugio
en la olvidada luna
de los difuntos deseos,
arraigados en la profundidad
del más triste olvido.
La heroica muerte,
vil y frío espectro,
desafía ante tus ojos
a tus sueños desahuciados.
Tu mirada se pierde
en infinitas explosiones
que inundan el cielo.
La última estrella fugaz
estalla en mil pedazos,
tal como fuegos de artificio,
que desaparecen
bajo la mirada
de miles de sombras
postradas en lo alto
del etéreo firmamento.

Decadente (Decadencia Parte 3)

Las lágrimas oscilantes
se convierten en
decadentes susurros
a la sombra de las espinas
que rodean tu cuerpo...
Dices querer
que nunca te abandonen.
Dices querer
estar por siempre solo.
Pero no puedes soportar
tanto silencio a tu alrededor,
ni en tu interior.
No puedes soportar
las voces que titubean
palabras sin sentido
y poemas huecos.
Te desmoronas,
pieza por pieza,
hasta no ser más que cenizas
de un viejo libro
que ya nunca nadie
volverá a leer.
Y aún,
después de todo,
te preguntas
si pronto esto acabará...

Desvanecido (Decadencia Parte 2)

Bajo las ramas corruptas
de árboles sin rostro
se recuesta tu cuerpo,
cansado,
ansiando el inevitable final...
Las hojas caen,
entumecidas,
hacia los grises pastos
petrificados
a los cuales el viento no puede mover.
Las horas lloran
en un silencio aturdidor.
Las sombras caminan,
cuál nubes marchitas,
y observan el pesar
de una figura errante.
Perversas miradas
acusan tu llanto,
desgarrado,
y ríen con desprecio,
¡salvajes, ignorantes!
Las crueles semillas
de ahogadas voces
susurrantes
que desprecian tu ser,
se impregnan en lo profundo
hasta hundir sus raíces
en tus débiles muñecas.

Destrozado (Decadencia Parte 1)

En la marea baja
de rancias emociones
las voces agónicas
aúllan deseos impuros.
En la oscuridad de mil noches
respiran el frío aire,
denso y pútrido,
proveniente de la tumba
de figuras sin rostro,
refugiadas en la penumbra
de tu desafiante mirada.
Suspiran la decadencia
de un cuerpo envejecido,
degenerado por la lluvia
de filosas navajas,
aquellas capaces de mutilar
la carne de tu ser.
El dolor roe la fina capa
que resguarda los sueños.
Agrietando su corteza...
Las marcas retorcidas
de profundas cicatrices
evocan vestigios de un mundo
oscurecido por tus lágrimas.

Bajo tus pestañas

Imágenes vacilantes
desfilan bajo el manto
que cubre tus pestañas.
Fotografías con vida
de sueños muertos,
petrificados,
pálidos como el mármol,
fríos como la nieve
y desvencijados como vieja madera.
Están allí,
pero al abrir los ojos
se desvanecen,
tal como la brumosa niebla.
Lágrimas de mil almas
corruptas y descarnadas
flotan sobre tus párpados.
El ácido de su piel quema,
sus espinas desgarran.
Moribundos entes sin luz
esgrimen recuerdos
para atacar directo
a lo profundo de tu cien.

Manuscrito de sangre y dolor

Me presento ante ustedes como
el último vástago de esta tierra maldita.
Traduzco la cacofonía silenciosa
de este desolado sitio, al cuál llamo mi hogar,
en el colérico verso que ante vuestros ojos
tienen la desdicha de leer.
Soy la sonrisa fatua en la oscuridad,
la muda pena que camina, cautelosa,
bajo las miradas sin brillo de las almas nocturnas.
Camino sobre el lienzo negro
a la luz de la refulgente luna.
Hago de la sangre un manjar,
y bebo de ella hasta saciar
todo sentimiento incrustado en mi ser.
Soy la belleza de la tumba,
el fiel y vil sepulcro de las ánimas vacías.
Y he aprendido, luego de los más lúgubres años,
que la muerte no es más que un fragmento de mi esencia,
la única pieza en este rompecabezas que jamás es extraviada.
Vestigios cubiertos de púas carcomen mi putrefacta cabeza,
desgarrando la pálida piel muerta,
masticando la rancia carne y rasgando el rígido hueso del cráneo.
Soy la férrea lápida que sostiene vuestro vago epitafio.
Soy el tiempo, efímero y errante,
que vaga entre los vivos y los muertos
y desahucia los sueños más profundos y puros.
Soy el vívido recuerdo de una pesadilla interminable,
el trágico poema cuyos versos acarrean desgracia.
Soy la bestia del dolor y el sufrimiento.
¡Escuchad mi reclamo!
Sentado aquí, junto al fuego abismal,
dándole vida a estos párrafos con una pluma negra de cuervo,
os llamo a mis brazos para corresponder al destino de los sin nombre.
Os llamo a mi mundo, vacuas almas corrompidas
por la estridente voz de la nostalgia.

Realidad/Rutina

Calles colmadas de figuras
vacías y ausentes,
carentes de sentimientos,
que caminan sin rumbo
hacia un repetitivo destino.
Sombras consumidas por la rutina,
despojadas de memorias.
Inexistentes raíces
que jamás crecieron
y jamás lo harán.
Caminan a través de los días
dentro de la misma celda,
sin poder escapar
de los fríos garrotes
de esta realidad.
Escondidas detrás de abrigos
y de la misma piel humana
se ocultan viejas almas,
transeúntes, errantes.
Dueñas de despiadadas sonrisas
y cuencas negras en sus ojos.
¿Después de tanto tiempo
a esto hemos sido sentenciados?
La evolución del hombre
reflejada en esta amarga depresión.
¿Evolución? A diario surge
esa maldita pregunta.
La realidad se ha convertido
en una vaga y absurda rutina,
a la cuál no estoy dispuesto a pertenecer.
Soy dejado de lado
por intentar alejarme
de todo aquello que asesina
mis desgastados sueños.

Es tarde

Imagino tu silueta,
envuelta en la pulcra seda de tu piel,
caminando con rumbo al alba.
Me susurras tus poemas
y estos recorren el viento en carruaje
hasta estrellarse en mí
dejando cicatrices internas.
Mi boca se desangra
sin la calidez de tus labios,
y me arrastro en la nostalgia de tu voz
buscando aquel suspiro que perdimos.
Entre laberintos de pasillos estrechos
se ha extraviado mi conciencia.
Sedienta de ti y tus caricias
busca la forma de volver el tiempo atrás.
'Es tarde' grita el olvido.
El dolor corroe la imperfecta carne
y hace trizas los huesos.
Las estrellas han tejido tu tumba
y mis llantos son la rosa negra
que descansa sobre el frío mármol
del sepulcro de un alma en pena.